Solo de trompeta en calle Amargura
Estamos
en plena Semana Santa y la lluvia ha vuelto a convertirse en protagonista: unos
la miran con lágrimas en los ojos, aquellos que pasaron meses preparando las
salidas procesionales que colman nuestra tierra de calles llenas de cera, de
olor a incienso y de emociones; los hay que también lloran, ya que la esperaban
como agua de mayo para revitalizar las pobres arcas de sus negocios de
hostelería y poder sacar para pagar el alquiler y las nóminas un par de meses
más; también están las gentes del campo, sector en el que a unos les viene muy
bien la lluvia y a otros las destruye las cosechas.
Como
un solo de trompeta de los que te erizan el vello, ha sacado el Gobierno los
nuevos Presupuestos Generales del Estado, los más restrictivos de la historia. Y ya se sabe, tras el solo de
trompeta se produce un instante de silencio seguido del sonido de los tambores
que nos marcan el ritmo. A los españoles, cual costaleros que soportamos una
pesada carga, nos toca seguir el sonido de los tambores a ritmo lento y pausado
por una empinada calle que bien podría tener por nombre Amargura.
Ante
el clima de desolación que produce una época como la que nos ha tocado vivir,
podemos hacer dos cosas: dejarnos arrastras por el mismo; o por el contrario,
levantar bien alto nuestras cabezas, mirar al horizonte y ver más allá. Mirar
con optimismo e ilusión, pues todo costalero sabe que hasta la cuesta más dura
y empinada tiene un fin.
Propongo
que todos arrimemos el hombro para hacer que la carga resulte menos pesada y,
que en lugar de mirar al suelo, miremos al cielo, ¡hagámoslo con descaro!
Sabedores de que tenemos las armas con las que conseguir que todo vaya mejor:
la capacidad para trabajar y la imaginación. Desarrollemos nuestras mejores
bazas con valentía y sin ningún tipo de complejos y logremos que la calle
Amargura cambie su nombre por el de calle Oportunidad.
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