Guardianes de la razón; adalides del libre discernimiento


Hoy deseo quitarme el sombrero ante la gente ecuánime  y de juicio templado; ante aquellos que eligen no tomar partido por un grupo, si no que lo hacen por unas ideas y por una concepción de la vida; ante los que antes de inclinarse por una postura, se informan  y escuchan a unos y otros y analizan la situación con la distancia y la moderación necesaria para no perder el buen juicio.

Habrá quienes, desde el apasionamiento —que es el mayor enemigo del buen juicio— los acuse de tibios y de cobardes, lo cual los convierte en los verdaderos héroes, pues no habrá grupo del que no reciban palos e improperios; cuando en realidad son los guardianes de la razón y los adalides del  libre discernimiento.


Y para terminar, quisiera trasladar lo que he dicho a un plano más práctico con una sencilla pregunta:

En un conflicto ¿quiénes lograrían llegar a una paz dialogada: los apasionados o los templados?


Ahora habrá quien piense que una paz dialogada no es una victoria y se equivocará; lo que es sin lugar a dudas una derrota es una victoria bélica, un sometimiento mediante la fuerza, pues siempre se convierte en el germen de otro conflicto.

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