Recuerdos de otoño



Comenzamos a notar algo más de frío; la manga corta empieza a quedarse escasa para mantener el cuerpo a una temperatura confortable; el viento ha sembrado las aceras de hojas secas y cuando sopla con algo más de fuerza, hace que entornemos los ojos para que no nos entren las partículas que lleva consigo: ha llegado el otoño.



Es tiempo de airear bien las casas y hacer que desaparezca de ellas el calor que se acumuló durante los meses de estío; es tiempo de sacudir la ropa y de sacar los bolsillos para poder comenzar de nuevo nuestras vidas, libres de toda carga del pasado que las mantenga ancladas a las malas experiencias que pudieran haber quedado del curso anterior.

Se acercan los recuerdos de chapoteos infantiles en charcos llenos de barro; nos llegan sugestivos olores a libros y cuadernos nuevos  y clases en las que el mayor interés se centraba en contemplar la lluvia a través de los cristales y pensar si nuestra madre nos dejaría salir a la calle a jugar a la pelota con los amigos del barrio.



Los niños han de saltar sobre los charcos. Qué tiempos aquellos en que el asfalto no había deshumanizado las calles, en que no se había desligado por completo el hombre del contacto con la tierra.


El cielo de Granada ha permanecido gris: bienvenido seas otoño.

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