La lluvia nocturna provoca sueños profundos.



La lluvia nocturna provoca sueños profundos


El cristal de mi ventana está lleno de gotas de lluvia; en el hueco de la del vecino, observo a un gorrión que salta y se sacude el agua de sus plumas; las tejas destacan con un brillo especial en medio de un paisaje parduzco, de luz tenue y colores apagados por no haber terminado de amanecer. Ahora comienzan a llegar hasta mi ventana las voces de los niños que medio dormidos llegan al colegio; vuelvo a recordar mi sueño:
En la escuela de las Eras, los niños saltamos sobre los charcos más grandes. llevamos las perneras de los pantalones metidas bajo las botas y nos sentíamos invencibles, don Fernando nos regaña y la "seño" Socorro, nos obliga a sacudir el barro de las suelas antes de entrar en la clase. Disfruté mucho con mi maestra, tan criticada por ser demasiado blanda, por dejarnos extrema libertad en clase y con la que sus alumnos aprendimos pocas lecciones de los libros.


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Me divertían los deberes que nos mandaba: pasaba el diccionario a un alumno y le pedía que lo abriera por donde quisiera y leyera en voz alta una palabra; este lo pasaba a otro, y así de forma sucesiva hasta que juntaba cinco palabras con las que teníamos que escribir una redacción para el día siguiente. De ese modo supe qué es una calesa; en el salón de mis abuela María y mi abuelo Luis, junto a mi hermana Virginia, mi tito Antonio y mi tita Carmen. En una tarde en la que la que no dejó de llover, se había ido la luz y veía sus caras alumbradas por la luz de unas velas con cuya cera, al terminar la redacción, nos enseñaba mi abuela a esculpir figuras. Recuerdo que improvisábamos historias en el teatro de sombras que proyectaba la luz de la vela la sombra en la pared.
Es bonito soñar con aquellos tiempos en los que mi mayor preocupación pasaba por inventar historias y por ser feliz. Queda mucho de aquel niño dentro de mí; a veces, pienso que demasiado.


Soy el niño que inventaba historias y es peligroso si lo haces con el futuro en mente y con personas a las que tomas especial cariño, pues no las puedes esculpir como si fueran  la cera derretida de una vela en una tarde de lluvia.

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